A pesar de que Jesucristo fue enfático en sus palabras al decir que no juráramos por nada, si no que nuestras respuestas fueran sí y no, nosotros nunca hemos hecho caso, todo lo contrario, el juramento se ha convertido en tradición, con el agravante de que sólo lo hacemos y casi nunca lo cumplimos.
Igual pasa con las leyes, se escriben de tal manera que siempre queda un resquicio para la interpretación y por eso tantas situaciones enojosas por las distintas opiniones sobre un mismo asunto, cuando se supone deben ser sí o no.
Con lo de la reforma a la Constitución ha pasado igual, destacados abogados de los llamados constitucionalistas, o sea, expertos en la interpretación de la Constitución, han dicho, unos, que no hace falta referendo y otros que sí hace falta.
Para lo de la Ley para convocar a la Asamblea Revisora, lo mismo, que es orgánica y que se necesita cierta cantidad para su aprobación y otros que es especial y tiene un manejo diferente.
Y en medio de esas doctas opiniones, el pueblo llano, que no sabe a qué atenerse, ya que se supone, que los expertos deben hablar claro para educar a los que necesitan orientación.
Y así vamos, enredando lo que debe ser claro, pero es nuestra naturaleza, ¡somos maliciosos!