A comienzos de este siglo XXI el titular del primer Gobierno que tuvo nuestro país, a tan solo unos días de haberse juramentado y ejercer sus funciones como presidente dijo en su peculiar forma de hablar que “le estaba gustando el carguito”.
Lo cierto es que, aunque tiene muchas ventajas y genera un gran prestigio personal, ese carguito también implica un gran dolor de cabeza para el manejo de situaciones en las cuales debe existir el ganar, ganar y no el de ganar y perder.
La coyuntura actual con la migración de los haitianos a nuestro territorio, que no es de ahora, si no ancestral, es de cabeza fría, ausente de paternalismo, pero llena de humanidad y de legalidad, por muchos motivos.
Haití es nuestro segundo socio comercial, de manera que dentro de su pobreza a la cual nosotros ayudamos a combatir, ellos contribuyen al desarrollo económico nuestro y eso tenemos que reconocerlo.
Cada frontera, entre países con diferencias marcadas por la economía tienen la misma situación que la nuestra, paso y empuje de manera ilegal de los más pobres adonde están los que más pueden y lo que se busca es que todo suceda organizadamente para que uno no dañe al otro, pero ¡Que difícil es!