Cada lunes tenemos como invitado el artículo que escribe el periodista Orión Mejía para su columna A rajatabla que publica los domingos en El Nacional, este es el de esta semana.
Formo parte de una generación de periodistas análogos, con más de 40 años de ejercicio profesional continuo en radio, prensa, televisión, corresponsalía extranjera, relaciones públicas, mercadeo, asesoría política, corporativa y manejo de crisis, pero hay que empezar de nuevo, para adecuarnos al complicado mundo de los millennials, “post verdad” y “fake news”.
Desde la primera camada de periodistas graduados en la Universidad Autónoma, hace casi sesenta años, (Rafael Núñez Grassals, Joaquín Suero, Aleida Fernández, Luis Fernández, Pedro Caba, Miguel Angel Prestol, Emilio Herasme Peña, Fior Tejeda, entre otros), la verdad se sustentaba en hechos objetivos, comprobables.
La generación anterior no pudo cumplir plenamente con el principio ético de que la noticia debería sustentarse en la pirámide invertida del “qué, cómo, cuándo, dónde”, y si fuera posible en el “porqué”, en razón que el régimen de Trujillo controlaba a la prensa.
Los mejores periodistas de la “Era de Trujillo”, se convirtieron luego en auténticos maestros de generaciones posteriores, no solo en el ejercicio de un periodismo valiente, sino también con apego a la ética profesional, como Radhamés Gómez Pepín, Rafael Herrera, Rafael Molina Morillo, por solo mencionar esos nombres.
A los de mi generación les tocó ejercer la labor de reportero al final de los primeros 12 años de Balaguer, para cuando la mayoría militábamos en partidos de izquierda, pero no se conoce un solo caso de uno de nosotros que fuera desmentido por una noticia difundida por Radio Mil, Radio Comercial, Radio Popular, Radio Continental, El Nacional, Listín, La Noticia, Ultima Hora, El Nuevo Diario, El Sol o cualquier otro medio de la época.
Eso sí, difundíamos con toda libertad y riesgo nuestras ideas, principalmente a través de la radio, sin ofensas personales ni mentiras prefabricadas, sino por vía de la confrontación de planteamientos políticos y sociales, porque, felizmente, nunca fuimos “imparciales”.
Hoy, el mundo de la comunicación es otro, ataviado por una altísima tecnología, que convierte el planeta en una Aldea Global, con laboratorios imperiales que manipulan la información y mercadean la desinformación, al punto que la verdad objetiva, como la conocíamos, con una leve infección de ideología o de intereses económicos ya no existe. En la actualidad se fabrica una “verdad robótica”, manipulada por softwares.
“Post verdad” y “fake news”, que consisten en difundir con todo conocimiento juicios falsos para obtener beneficios políticos, económicos o personales, infectan ya a la sociedad dominicana, como lo demuestra cada vez que algún periodista o comunicador propaga y comenta una falsedad, como si fuera verdad comprobada.