¡Juventud Divino Tesoro!

En nuestro país desde 1993 celebramos el Día Nacional de la Juventud para reconocer a quienes siempre se ha dicho son el futuro de cada nación y se aprovechó la fecha religiosa de la Iglesia Católica dedicada a San Juan Bosco.
Aunque ya se ha olvidado la lectura de poemas y su transmisión por las emisoras de radio como se acostumbraba hace unos años, hay una frase que siempre se usa cuando se habla de esa edad en el ser humano, y nosotros queremos darles a conocer de donde proviene, un poema escrito por el nicaragüense Rubén Darío.
Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…Plural ha sido la celeste historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura; sonreía como una flor. Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor. Yo era tímido como un niño. Ella, naturalmente, fue, para mi amor hecho de armiño, Herodías y Salomé…Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro…y a veces lloro sin querer…

Y más consoladora y más halagadora y expresiva, la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás. Pues a su continua ternura una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía…

En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé…Y te mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe…Juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…y a veces lloro sin querer…

Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón. Poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad; y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén, sin pensar que la primavera y la carne acaban también…

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer. ¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras siempre son, si no pretextos de mis rimas fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar! Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris, me acerco a los rosales del jardín…

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…¡Mas es mía el Alba de oro!